Antonio Castillo
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La corneta de Lezama quedó en silencio
La afición de Jesús Lezama por el Caracas databa desde la década del 40, cuando el bien llamado ‘Fanático Número Uno’ se radicó en la capital.
Había nacido en Tucupita en 1919 y tras un periplo en Trinidad, regresó a Venezuela, donde en el estadio de San Agustín quedó prendado por el beisbol y el cuadro caraquista.
Aseguran sus familiares, entre ellos sus hijas Maritza y Delta, que Lezama no era aficionado al beisbol, sino que el fútbol era el deporte que prefería. Pero una vez que en mayo de 1942 pudo observar al Cervecería en el legendario coso de San Agustín, se decantó por el juego de pelota en general y por el equipo de sus amores en particular.
Ya había permeado sus preferencias deportivas luego del histórico triunfo de Venezuela en el Mundial de Beisbol de la Habana en 1941, pero el contacto directo con el Cervecería Caracas terminó por impactarlo de tal manera, como si un rayo le hubiese alcanzado entonces… hace 81 años.
Ver de cerca a peloteros como el «Patón» Alejandro Carrasquel, José Antonio Casanova, Ramón “Dumbo” Fernández, Luis Romero Petit, José Pérez Colmenares, Juan Francisco “Gatico” Hernández, Félix “Tirahuequito” Machado, Guillermo Vento, José “Perico” García, Víctor León y Amador Rodríguez, dejó una huella imborrable en Lezama –entonces con 23 años-, quien desde ese momento se convirtió en uno de los más fieles caraquistas que la historia recuerde.
Es de hacer notar que en esos inicios de la década del 40 el mundo vivía la conflagración más cruenta que haya conocido la humanidad, la II Guerra Mundial que arrastró entonces a las principales naciones a enfrentar a la Alemania nazi de Adolfo Hitler, pero por estos lares no pasaba gran cosa y el beisbol matizaba con su romántica aureola las noticias más crudas del momento.
En este contexto Jesús Lezama se entregó en cuerpo y alma al Caracas, equipo que por su parte protagonizaba notables gestas que agudizaban la pasión del joven aficionado de Tucupita.
Así disfrutó los primeros dos títulos del Cervecería en la Primera División en 1943 y 1945, además de las 21 coronas luego de la constitución de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Todas las gozó al sonido de su inseparable corneta, la cual hoy permanece en silencio.
En los últimos tiempos era habitual verlo por Sarría (territorio caraquista), concretamente en Pedro Camejo, donde se relacionó con una de las familias más arraigadas en la zona como son los Monroy.
Allí era muy querido por todos, quienes lo veían como un personaje divertido, único e irrepetible.
El último título de los Leones, ya con 104 años, fue si se quiere un presagio, una especie de bendición para este noble aficionado.
“Que sea lo que Dios quiera, yo sigo por aquí hasta que se pueda”, se le escuchó decir hace poco en un programa de radio con una claridad meridiana.
Fueron 81 años de lealtad absoluta por los Leones. Hoy más que nunca ¡Caraquistas Forever!