Histórico la exhibición de F1 por el centro de Barcelona | Foto: EFE

Barcelona no es ajena al sonido de los motores por sus calles: en 1899, el parque de la Ciutadella ya fue el escenario de una carrera pionera

 

Valentí Fradera – https://www.lesportiudecatalunya.cat/

Barcelona.- El cielo se había tapado y amenazaba con soltar un chubasco, pero el agua no se atrevió a caer nada más ponerse los motores en marcha, a las seis de la tarde, con puntualidad suiza. Sólo el sol se perdió el F1 Roadshow en el paseo de Gràcia, el aperitivo del fin de semana del Gran Premio de la categoría reina del automovilismo en el Circuit de Barcelona-Catalunya. Una muchedumbre de gente, la mayoría muy jóvenes, abarrotaba a ambos lados los 630 metros del recorrido, entre la plaza de Catalunya y la calle Aragó. Los aficionados más veteranos no escondían una íntima satisfacción. Barcelona y el motor tienen una historia común de raíces profundas. Hace 125 años, el parque de la Ciutadella –había sido el escenario de la Exposición Universal de 1888– vivió ya una carrera pionera. Fue una matinal deportiva con motivo de las fiestas de la Mercè, con carreras de bicicletas y sendas pruebas de motocicletas y coches. Curiosamente, la de autos tuvo apenas cuatro participantes, los mismos que ayer hicieron temblar el asfalto del paseo de Gràcia. El impacto del espectáculo en el público respectivo sería poco más o menos lo mismo, aunque la de ayer era una exhibición sin ningún componente competitivo.

 

Expectación creciente

Para hacer boca, el primero en salir a rodar fue el expiloto de F1 Pedro de la Rosa, con un Aston Martin de calle, que se hartó de deslizar el vehículo (también estaba Marc Gené, piloto embajador de Ferrari). Acto seguido, en medio de una creciente expectación, salieron los pilotos del RACC Mari Boya y Pepe Martí, que pilotaban los monoplazas de F3 y F2 con los que competirán este fin de semana en Montmeló. El plato fuerte fueron los pases de los F1. Primero, Jack Doohan, piloto reserva de Alpine, que pilotaba un monoplaza del 2012, aún con motor V8 atmosférico. A continuación Carlos Sainz, al volante del Ferrari F1-75 de 2022, ya con el motor híbrido actual. Paradójicamente, hacía mucho más ruido el auto de la década anterior que el moderno. La aparente contradicción demuestra el trabajo que emplean los gestores del F1 para alcanzar las emisiones neutras de carbono, con el horizonte del 2030. En breve, el sonido estridente de los motores antiguos es energía desperdiciada; los actuales son bastante más eficientes, aunque hagan encogerse la nariz a los puristas.

Por si fuera poco, incluso el programa de hacer rodar primero un F3, después un F2 y, por fin, los F1 tenía un precedente barcelonés. Cuando el RACC se propuso hacer realidad el regreso del F1 a Barcelona, ​​a mediados de los sesenta, siguió ese mismo camino. Primero, en 1965, llevó al F3 a Montjuïc. Al año siguiente, organizó el primer Gran Premio de Barcelona de F2. Finalmente, el F1 regresó a Barcelona en 1969. Los autos de Gran Premio ya habían corrido en los años treinta, en Montjuïc, y en los cuarenta y cincuenta, en Pedralbes (en lo alto de la Diagonal). Este legado puso los cimientos sobre los que se construyó el Circuit de Barcelona-Catalunya. En justa correspondencia, ayer el Circuit entregó el espectáculo a la ciudad, para ilustrar el vínculo indisoluble de Barcelona con el motor. El F1 Roadshow duró una hora clavada. A continuación, la gotelada se decidió a caer sobre el asfalto.