noviembre 12, 2024

Francisco Rodríguez es una de las glorias deportivas de Venezuela | Foto: COV

Francisco “Morochito” Rodríguez dejó un sólido legado en el deporte venezolano

 

Especial Antonio Castillo

Caracas.- El 26 de octubre de 1968 Venezuela prácticamente se paralizó, cuando Francisco “Morochito” Rodríguez subió al ring en la jornada final del torneo de boxeo de los Juegos Olímpicos de México.

Las pantallas en blanco y negro se multiplicaron en el país, habida cuenta que existía la posibilidad de que el diminuto y corajudo cumanés ganara la medalla de oro. El optimismo estaba por los cielos, ya que Rodríguez había podido vencer en la pelea previa al estadounidense Harlan Marbley, uno de los favoritos en la categoría minimosca.

La algarabía y felicidad de una Venezuela pujante no se hizo esperar, ya que desde el mismo sonido de la campana, Morochito llenó de golpes al coreano Yong Ju Jee, para llevarse una inobjetable decisión y la primera medalla de oro para el país.

Dos días después, Venezuela no salía de su resaca de felicidad y es así que prácticamente se volcó en masa al aeropuerto de Maiquetía, invadiendo incluso la pista para recibir a su héroe.

“Todavía recuerdo la recepción en el aeropuerto. El piloto dio varias vueltas antes de aterrizar, todo esto por culpa del público que había invadido la pista”, dijo Morochito años después, en uno de los múltiples reconocimientos que recibió.

Hoy, el país está de luto por la partida de ese pequeño boxeador que hizo grande a Venezuela en aquella gloriosa jornada de hace 56 años, cuando el Himno Nacional se escuchó como nunca.

Solo queda recordar las hazañas de ese humilde peleador que nació en Cumaná el 20 de septiembre de 1945, criándose en una familia de 14 hermanos, incluso su gemela Alida.

Su madre, Olga Margarita Rodríguez llevaba adelante un hogar de pocos recursos, razón por la cual Morochito ayudaba en la casa vendiendo pescado, alejado de la educación formal.

A los once años entró al mundo del boxeo, llevado de la mano del entrenador Pedro Acosta y posteriormente, Ely Montes. Allí comenzó todo.