Carlos Mendoza confía en sus Mets y comparte su visión renovada para 2025 | Fotos: Nilo Jiménez / AVS Photo Report

José Ángel Rodríguez | AVS Photo Report

Valencia, Venezuela.- Corría diciembre de 2022 y Carlos Mendoza salía del dugout visitante del Estadio José Bernardo Pérez de Valencia. El abrasador sol dominical de las 2:00 pm sobre el terreno, casi se convertía en una masa sólida, que podía cortarse con algún cuchillo.

Para aquel entonces, el oriundo de Barquisimeto aún no había protagonizado una de las historias más sorpresivas del pasado inmediato de las Grandes Ligas, guiando como mánager novato a los Mets de Nueva York –un equipo aparentemente en reconstrucción- hacia la postemporada, y convirtiéndose en el segundo venezolano en dirigir en esas instancias, tras Oswaldo Guillén.

Carlos Mendoza estuvo como manager en dos temporadas con los Cardenales de Lara | Foto: Alejandro van Schermbeek

 

Sin embargo, aunque era imposible predecir con exactitud lo que sucedería casi dos años después, ya mostraba algunas características de piloto grandeliga, con el uniforme del Cardenales de Lara en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Atendía a la prensa sin pensar demasiado en el sol que le quemaba la piel o la lluvia que comenzaba a darle otro olor a la grama; navegaba con naturalidad las aguas de la analítica, y usaba el don del verbo hacia los jugadores sólo en momentos precisos.

“Gracias a mi experiencia en la pelota invernal, como pelotero y técnico, tengo el puesto que tengo ahora” , aseguró Carlos Mendoza al periodista Luis Miguel Núñez, para el programa Cosas Por Contarte, de Simple TV.

“Estuve más nervioso dirigiendo un juego de Round Robin de la LVBP, que uno en la Serie de Campeonato – de la Liga Nacional-contra los Dodgers de Los Ángeles, ante casi 60 mil fanáticos (el aforo del Dodger Stadium). Estoy de acuerdo con Ozzie Guillén, quien dice que dirigir en Venezuela es más difícil que en la MLB “.

 

UN MÁNAGER OBRERO

No obstante, el estratega de 45 años de edad tuvo que redirigir su camino hacia la Gran Carpa varias veces. Firmó al profesional como jugador en 1997 con los Gigantes de San Francisco y llegó a ser considerado un prospecto. Pero las lesiones y algunos altibajos de rendimiento le hicieron perder esa etiqueta e, incluso, su trabajo en el beisbol organizado. En 2004 y 2005 jugó con el Pensacola en la Liga Central, un circuito independiente de los Estados Unidos.

“Durante aquellos años hasta tuve que trabajar de obrero, mientras esperaba que me llamaran para jugar”, reveló Carlos Mendoza. “Estuve una semana pintando un complejo y, de hecho, ganaba más dinero allí que jugando beisbol en aquel momento. Pero tomé la decisión de regresar a los terrenos, cuando volvieron a
contactarme”.

La constancia comenzó a rendirle frutos en 2006, cuando regresó al sistema organizado, esta vez con los Yanquis de Nueva York en un rol secundario en las Ligas Menores.

“Era el veterano en todos los equipos, porque estaba rodeado de muchachos más jóvenes que me veían como un mentor. Algunos técnicos de la organización vieron esas características en mí, y luego de tres años allí, me dijeron que para la siguiente temporada sólo que me querían firmar como pelotero por dos meses, pero luego querían verme como coach en la categoría de Novatos. No fue fácil tomar esa decisión como familia, pero opté por agarrarla”, relató. “No me arrepiento, porque así se fueron dando las cosas hasta cumplir el sueño de las Grandes Ligas, no como pelotero, pero sí como coach, 15 años después”.

 

El mánager de los Yankees, Aaron Boone conversa sobre la alineación con coach de banca Carlos Mendoza | Foto: MLB

LA GRAN MANZANA

Carlos Mendoza ascendió como mandamás en las granjas de los Yanquis hasta ser llamado en 2019 para integrar el cuerpo técnico del equipo en las Mayores. Y en sus últimas cuatro zafras con los Bombarderos, fue el coach de banca de Aaron Boone.

“La experiencia de seis años del otro lado de la ciudad de Nueva York me ayudó a manejar la presión de los aficionados, y también de los medios de comunicación. Se trata de uno de los lugares más mediáticos del mundo, así que considero importante establecer una relación profesional con la prensa”, explicó. “No es fácil, porque sabemos que ahora como mánagers podemos ser considerados los mejores si ganamos dos juegos seguidos, pero luego pasar a ser los peores, si perdemos tres. Sin embargo, entiendo cuál es el trabajo de cada quien”.

Mendoza graficó como es el día a día comunicacional al ejercer un rol de tanta importancia, en un equipo con la exposición de los Mets.

“Son, al menos, 162 conferencias de prensa por temporada; es decir, una por cada juego. Y los Mets tienen 12 beatwriters, escritores que cubren al equipo no sólo en Nueva York, sino que viajan en las giras, así que debo darles entrevistas antes y después de cada partido. También debo hacer el programa de radio con el circuito del equipo y también con SNY, que es la televisora que nos cubre. Diariamente, también hay tres o cuatro entrevistas cara a cara”, abundó. “Yo no me caracterizo por hacer meetings con los peloteros, pero cuando hablo con la prensa, les estoy enviando mensajes a ellos. La mayoría está pendiente de lo que estoy diciendo, porque luego los medios van a hablar con ellos, así que intentamos estar todos en la misma página”.

 

EL PILAR DE CARLOS MENDOZA

En medio de aquel fantástico viaje del certamen anterior con los metropolitanos, en el que la divisa dio un vuelco de 180 grados tras estar 11 juegos por debajo de. 500 a finales de mayo, el venezolano tiene claro cuál fue su motivación para no desistir.

“Todo empieza en casa, con la familia. Gracias a Dios cuento con el apoyo de mi esposa y mis hijos, y a la distancia también con el de mis padres”, comentó Carlos Mendoza. “Un mensaje luego de una derrota o una mala racha, puede marcar la diferencia”.

Fue con esos principios que el barquisimetano le añadió una capa de color brillante a su destino, haciéndole frente a los catastróficos pronósticos de los Mets en 2024, dos décadas después de que durante un puñado de días, pintara paredes mientras esperaba otra oportunidad.