El primer Torneo de Rugby Penitenciario enfrentó este sábado en Madrid a población reclusa de toda España que usa este deporte de caballeros como camino hacia la reinserción
Madrid, España.- Un balón ovalado ha sido «un amuleto de vida» y una herramienta hacia la reinserción para muchas personas que cumplen condena en cárceles. Y todo gracias a una iniciativa que arrancó en una hacienda de Venezuela, rescatando de la oscuridad a unos pandilleros ladrones. Y que ha cruzado el charco y llegado a Madrid, donde ayer se celebró el I Torneo Nacional de Rugby Penitenciario.
Sobre el césped del Central, el campo de la Complutense donde juegan los leones de la Selección Española, ayer se enfrentaron seis equipos procedentes de otras tantas prisiones españolas, formados por hasta 25 reclusos que salieron de la cárcel para ello, además de sus entrenadores, presos en semilibertad (tercer grado) o personas que ya han cumplido su sentencia.
El dueño de la empresa, Alberto Vollmer, pidió que le llevaran al ladrón a su presencia, y le propuso un trato: trabajar para él tres meses gratis para reponer lo robado, o ser denunciado ante la Policía. Luego, le dejó marchar.
«Al cabo de una semana, volvió a aceptar la oferta, pero no lo hizo solo, sino con toda su banda».
«El rugby les permite ser vistos como uno más, y esa mirada de igualdad es un acelerador de su integración»
Andrés Chumaceiro COO de Ron Santa Teresa
Así comenzó el Proyecto Alcatraz: Alberto Vollmer y su hermano Henrique, que habían jugado a rugby en su juventud en Francia, pronto comprendieron que este deporte podía ser la mejor vía para canalizar la energía de estos chicos. «Para ellos, el rugby fue pasar de la noche al día, del asalto y la persecución por la Policía o las otras bandas, a un campo verde, un balón ovalado que casi nadie conocía en Venezuela, y un deporte en el que todos comenzaban de cero, donde no había un líder o si lo había, no era el mismo de la banda, porque la destreza de la oscuridad no es la de la luz», explica Chumaceiro.
Los beneficios para la banda se hicieron palpables muy pronto; pero también revirtieron en la comunidad:
«En 10 años, habíamos conseguido tener once grupos menos de delincuentes en el municipio, y se puede decir que por la reducción del crimen, se salvaron unas 900 vidas».
Pronto, la Fundación Santa Teresa dio un paso más:
«Nos dimos cuenta de que había un lugar más donde había que entrar, en las cárceles, para llevar allí los valores del rugby».
Ahora, están en 35 cárceles, y desde hace un año, también en España, donde colaboran con el club Cisneros de Madrid entrenando semanalmente a presos de la cárcel de Alcalá Meco Madrid II.
«Este deporte me ha cambiado la vida, me dio una familia y respeto»
Houssman Abada Ex interno participante
Las ventajas, asegura Chumaceiro, son muchas:
«A través de este deporte, el recluso aumenta su autocontrol y reduce los índices de violencia; la transformación es total, de la oscuridad de la cárcel, que te absorbe cualquier capacidad de soñar y de tener esperanza, sales a la luz».
Y el camino es un deporte en el que «hay que seguir unos valores: la disciplina, el trabajo en equipo porque nadie destaca; y la humildad, porque el balón se pasa siempre hacia atrás». Pero sobre todo, se convierte en un espacio «donde el recluso es visto como uno más; esa mirada de igualdad es un acelerador de su integración».
Uno de los exinternos participantes ayer en los partidos, Houssman Abada, señalaba en esa misma línea que este deporte le «ha cambiado la vida, dado oportunidades, una familia y respeto». El primer torneo de España, el de ayer, les sirvió también para que sus familias los reencontraran; «es importante que sus hijos les vean haciendo algo transformador, positivo». El rugby se convierte así en «un amuleto de vida: les da una familia complementaria a la de la sangre, y distinta a la de la delincuencia».